Luego de tres años de arduo trabajo, cerramos una etapa exitosa del proyecto “Acelerando la acción regional a favor de los derechos humanos sexuales y la no violencia con las mujeres con VIH en América Latina y El Caribe” junto a ICW Latina. Un proyecto que fortaleció los liderazgos de muchas mujeres latinoamericanas, que viven con VIH, a través de metodologías innovadoras.
Mercedes Alvarez Rudín, oficial de género e incidencia para Hivos, recordó parte del proceso vivido, que involucró a cientos de mujeres con VIH de América Latina. Entre ellas dos lideresas, una de Costa Rica y otra de Colombia, quienes se apropiaron de nuevos abordajes inspirados en el «teatro de las personas oprimidas» y la educación popular feminista, para el trabajo con otras mujeres en diversas comunidades de la región y apoyar procesos de incidencia a favor de sus derechos.
Nunca voy a olvidar la mirada consternada de Kattia, esa tarde de agosto de 2016, luego de una jornada de trabajo colectivo para definir la estrategia que les ayudaría a incorporar las necesidades y visibilizar los derechos de las mujeres con VIH en la agenda política de su país.
“Nosotras hemos estado por años activas y liderando la lucha por la atención del VIH, hemos dado la cara por otros. Me duele darme cuenta de que, aunque estuvimos ahí, nos pusimos a nosotras mismas al final de la cola, dejamos en último lugar nuestras propias necesidades y ni siquiera nos dimos cuenta. No solo tenemos vacíos en las leyes, sino en nuestras vidas, no hemos tenido espacios para sentirnos y pensarnos”, dijo entre lágrimas.
Más al sur de la región, Mayerline conspiraba junto con otras activistas para unir los esfuerzos de dos redes de mujeres con VIH para avanzar en el fortalecimiento de sus pares en diferentes zonas del país.
Aunque Kattia López, de Costa Rica, y Mayerline Vera, de Colombia, no se conocían, ambas contribuían a tejer un gran sueño común como parte de la Comunidad Internacional de Mujeres que viven con VIH y sida (ICW Latina), red de la cual son parte.
Hace 20 años, cuando recibieron su diagnóstico, Kattia tenía 16 años y había quedado viuda, Mayerline tenía 21 y su relación de pareja estaba en crisis. No imaginaban que el dolor, la desesperación y el miedo que les invadió se transformaría en una oportunidad de vida. De sus cuerpos de mujeres jóvenes, casi niñas, surgió la fuerza y la dignidad que las llevaría a convertirse en activistas y lideresas a nivel nacional, y más adelante, al ámbito internacional.
Las mujeres al centro
Hace tres años la ICW Latina se aventuró en caminos nuevos para construir poder personal y colectivo. Dejaron de enfocarse en el VIH y pusieron en su lugar a las mujeres y sus derechos, incursionaron en la educación popular feminista y en el teatro de las personas oprimidas.
En esta aventura, se hicieron acompañar de Hivos, Metoca, la Red Magdalena Internacional y de otras organizaciones feministas que les habían apoyado anteriormente y algunas nuevas que vinieron a sumar a ese tejido en red. Yo soy una de esas aliadas que hizo propios esos sueños, que ha tenido la oportunidad de aportar a este proceso y de crecer con ellas durante estos tres últimos años.
Aquí fue donde Kattia y Mayerline se encontraron, ambas trabajando como formadoras de facilitadoras de grupos de empoderamiento. Una experiencia que les llevaría a romper los moldes sobre las formas de concebir y trabajar con grupos, tanto en la red como en el ámbito del VIH.
“La diferencia, con respecto al pasado, es que empezamos a trabajar desde un enfoque feminista y desde una metodología que permite que podamos atravesar por el cuerpo muchas de las violencias que hemos vivido, conectarlas con los derechos sexuales y reproductivos y con la condición de ser mujeres y, además, de tener VIH”, refiere Mayerline.
La ICW impulsó un proceso sostenido de formación y acompañamiento para el empoderamiento. Se elaboró una guía metodológica, se capacitaron formadoras a nivel regional que entrenaron a facilitadoras de grupos en 11 países. Ellas crearon 11 obras de teatro-foro en las cuales denuncian las principales opresiones identificadas. Han llevado estas obras para trabajar con mujeres en comunidades y para sensibilizar a personas funcionarias y tomadoras de decisión.
124 mujeres se formaron como facilitadoras y 70 grupos de empoderamiento se instauraron y fortalecieron en diversas comunidades de toda América Latina finales del 2018.
“El VIH es una situación que se vive en el cuerpo. Este cuerpo que se quiere poner como débil, al que se le quiere negar la sexualidad y el derecho a decidir, ahora se convierte en la herramienta de lucha, el que se pone en el escenario para denunciar las opresiones y para buscar transformarlas”, afirma Lorena Roffe, de la organización Metoca.
Voces con vihda
En el 2018, Kattia y Mayerline tuvieron la oportunidad de compartir la experiencia en eventos internacionales, como el Encuentro de Teatro de las Personas Oprimidas en Uruguay y la Conferencia Internacional del SIDA, en Holanda. En este último se destacó, el taller “Somos mujeres con voces, no un diagnóstico de VIH”, de ICW Latina e Hivos, como buena práctica de trabajo sobre estigma y discriminación desde las comunidades.
Desde lo más íntimo hasta el espacio internacional, las palabras se quedan cortas para dar cuenta de los cambios en las vidas, los cuerpos, los discursos y en la capacidad para el trabajo colectivo generado en este proceso, que no estuvo exento de complejidades y tensiones.
“Tenemos mayor seguridad en el manejo de nuestros cuerpos, hemos fortalecido nuestro discurso. Esta experiencia nos permitió encontrarnos, a partir de nuestros cuerpos e historias, en una vivencia común”, decía Mayerline en noviembre de 2018, en el evento de cierre del proyecto en Panamá.
Allí mismo, Kattia expresaba: “Hoy tenemos más capacidad para sentarnos en mesas de toma de decisiones defendiendo nuestros derechos. Hoy tenemos más compañeras que visiblemente reconocen su condición, no como una amenaza, sino como una razón para seguir luchando”.
Hoy, no puedo evitar recordar la mirada y las palabras de Kattia en aquella tarde de agosto de 2016 y, en ella, reconocer a cientos de mujeres con VIH que han abierto camino y construido historia desde distintos países de América Latina. Y esta vez es a mí, como me ha pasado muchas veces en estos tres años, que se me empañan los ojos.