¿Cómo han sobrellevado la pandemia poblaciones como las mujeres trans, personas con VIH y hombres que tienen sexo con hombres? Las crisis suelen ser más difíciles para poblaciones vulnerabilizadas como estas, pero el apoyo y el sostén de organizaciones apoyadas por el Proyecto VIH Costa Rica ha marcado una diferencia
De un día para otro, todo cambió. Anthony (nombre ficticio) solía ir a la clínica a chequeos y a solicitar sus medicamentos, a la vez que asistía a charlas de apoyo en la Asociación Esperanza Viva (ASEV). Ahí había recibido la guía, el apoyo y la aceptación que no había conocido desde que supo que era VIH positivo. También había recomendado a ASEV a otros pares a quienes el diagnóstico les impactaba de diversas maneras. Tenía un trabajo estable donde no se conocía su estado serológico…. porque no había sido necesario darlo a conocer.
Pero en el 2020 llegó la pandemia por la COVID-19. Las autoridades de salud dieron órdenes de quedarse en casa, guardar las distancias y extremar las medidas de higiene para combatir ese virus que tanta muerte y desolación estaba dejando en otras partes del mundo.
El miedo a salir a un centro de salud, el descontrol que se generó en la entrega de medicamentos y el verse confinado solo en su casa, pasaron la factura en la salud de Anthony. Cuando solicitó hacer teletrabajo, tuvo que dar a conocer su estado de salud a sus jefaturas. Finalmente, después de tanta presión y bullying, decidió renunciar.
Como este ejemplo, la pandemia trajo muchas historias de zozobra, incertidumbre y duras pruebas para una población históricamente marginada como la de mujeres trans, hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y personas con VIH.
Tres organizaciones que trabajan por los derechos de estas personas y que son parte del Proyecto VIH Costa Rica –cuyo Receptor Principal es HIVOS y financiado por el Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria— han sido un sostén fundamental. Se trata de ASEV, la Asociación Demográfica Costarricense (ADC) y la organización de mujeres trans Transvida.
“A inicios del año pasado era muy incierto y estábamos muy asustados porque las actividades presenciales se suspendieron. Además, nos dijeron: ‘No saturen clínicas, refieran sólo cuando sea necesario, solo emergencias’”, relata Isabel Romero, Coordinadora de Proyectos en la ADC.
Su compañero Mario Bonilla, agrega que nadie se imaginaba que esto duraría tanto. “En marzo (del 2020) la coordinación dijo: ‘vamos a trabajar desde la casa, tal vez 15 días’. Llegó un momento en que vimos que el panorama en vez de mejorar se complicaba. El proyecto no podía parar porque las prácticas sexuales tampoco iban a parar, las poblaciones seguían necesitando atención”.
Laura Sánchez, Directora del Proyecto VIH Costa Rica, explica lo complicado del contexto para el proyecto. “Gran parte de lo que hacemos es con el sector salud y nuestras principales contrapartes institucionales se centraron en atender la pandemia. Las poblaciones que se atendían antes en clínicas especializadas pasaron a EBAIS, con condiciones más limitadas y procesos más lentos”, afirma.
Una de esas limitaciones fue la entrega de medicamentos para población con VIH que sufrió un retroceso. “Aunque algunas clínicas procuraron dar atención (presencial), no fue una acción estandarizada. No se dio capacitación a personal nuevo que despachaba medicamentos y en ocasiones pasaban hasta 15 días para recibirlo. Todo esto va en contra de la adherencia a medicamentos antiretrovirales”, explica Rosibel Zúñiga, de ASEV.
La pandemia también afectó procesos de entrega de condones y realización de pruebas de VIH.
“En algún momento el año pasado, nos fregaron, pasamos de darle a una persona una caja de 100 condones al mes a entregar solo 21. Recibimos madreadas, amenazas, comentarios”, reclama Dayana Hernández Presidenta de Transvida, que agrupa a mujeres trans.
Y es que la pandemia afectó el proceso que se había iniciado para que la entrega de condones y lubricantes pasara a una modalidad doméstica: antes se compraban con recursos del Proyecto y desde el 2019 la apuesta ha sido que, mediante un convenio entre la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) y ADC, las organizaciones tengan acceso a los condones que necesitan. Mario concuerda con la preocupación por este tema. “Les estamos dando contenido a las poblaciones a través de los talleres, pero no les estamos dando los insumos para cuidarse, que es parte de lo que plantea la estrategia de prevención combinada”, manifiesta.
“No se ha podido avanzar en procesos de mejora. La lentitud para hacerse las pruebas ha implicado buscar nuevamente laboratorios privados. La población no puede esperar para hacerse las pruebas”, explica Laura.
“Si antes no se hablaba mucho de VIH, ahora menos. Con la pandemia se ha dejado el enfoque de derechos humanos, de género y la atención integral que requieren las personas con VIH. Esto es peor para personas migrantes, indígenas y quienes viven fuera de la Gran Área Metropolitana”, opina Rosibel, para quién una de las principales afectaciones se ha debido a la desarticulación entre lo estatal y las organizaciones de la sociedad civil.
La crisis acentuó el estigma y la discriminación
“El COVID nos ha afectado el triple”, apunta Dayana de Transvida. El estigma, la discriminación y la falta de oportunidades hacen que la mayoría de sus pares viva del comercio sexual, el cual se vio muy afectado por la pandemia.
“Si ya desde antes estas personas eran afectadas por el estigma y discriminación, la pandemia lo ha agravado. En algunos casos la situación económica ha sido muy precaria y hay quienes han tenido que volver a vivir con sus familias porque no pueden pagar un alquiler”, cuenta Sánchez. La gente ha dicho: ´no me hable de condones si no tengo que comer´”, agrega.
“Como siempre, somos las prostitutas de la esquina, las olvidadas. Yo no sé cómo explicarte pero la sociedad tiene una negación, de que somos muy vulnerables. Al no tener un ingreso fijo, ¿de qué vivimos? Muchas compañeras han tenido que volver atrás su transición para volver a su hogar, donde fueron humilladas. La pandemia nos ha golpeado tres veces más que al resto”, dice Tiffany, una mujer trans.
“El COVID nos dio una cachetada. Nos vino a enseñar que aun hay mucho estigma y discriminación. Nos afectó económica y psicológicamente, sobre todo a la población trans y población HSH, muchos perdieron su trabajo”, señala Danny Carmona quien trabaja como educador en ASEV.
Todos estos factores hacen que el tema de la salud mental sea uno de los grandes desafíos para estas poblaciones. “El verse encerrados en casa, muchas personas en convivencia forzadas, expuestas a violencia, hizo que su salud mental se viera sumamente comprometida. Y se refleja en cosas más pequeñas como brotes, trastornos del sueño, ansiedad, hasta ideación suicida”, explica Mario.
La pandemia y su impacto económico en instituciones como la Junta de Protección Social (JPS), que ha venido registrando un descenso en sus utilidades, pone en riesgo también las medidas de sostenibilidad económica de las organizaciones. Hasta ahora, ADC, ASEV y Transvida han podido seguir recibiendo financiamiento de la JPS, pero a partir del 2022 podríamos llegar al escenario en el cual esa institución no tenga presupuesto para todas las otras organizaciones que se necesita que empiecen a recibir sus recursos.
La solidaridad en medio de la crisis
Dicen que de todas las crisis sale algo positivo. En el caso del proyecto, fue comprobar el apoyo incondicional de las organizaciones a las poblaciones meta. “Las organizaciones estuvimos ahí para dar abordaje, contención, espacios de escucha y ayuda humanitaria. No fue el estado, fuimos nosotros, porque las instituciones estaban enfocadas en otra cosa”, asegura Rosibel.
Dayana explica que las puertas de Transvida no se cerraron nunca, pues la labor y el acompañamiento que dan es fundamental para sus pares. “Somos resilientes y muy estratégicas, hicimos un protocolo y no hemos parado un solo día de trabajar, los abordajes siempre han sido presenciales”, acota.
“Yo llevo más de un año haciendo teletrabajo, pero afuera hay poblaciones que no tienen trabajo. Es imposible decirle a un trabajador sexual que tiene que quedarse en casa. Al estar en pandemia hay mayor escasez laboral, mayores riesgos e infecciones y la mayoría no cuenta con seguro médico, porque sus condiciones laborales son precarias. El proyecto les ha dado la oportunidad de acercarse a un centro de salud, independiente de su condición migratoria, para conocer su estado de salud”, explica Mario Bonilla.
“El COVID a pesar de que llegó a desestructurar, también nos permitió hacer cosas que resultaron beneficiosas”, cuenta Isabel de ADC. Un ejemplo de eso, es que pudieron realizar talleres virtuales, que antes se hacían solo presencialmente y que abarcaban mayoritariamente a población de la Gran Área Metropolitana.
“Se abrieron las puertas a personas de zonas más alejadas del país. Chicos de costas o más lejos, pudieron hacer los talleres de manera virtual. Antes no habíamos tenido la oportunidad de llegar a este tipo de poblaciones, por un asunto de lejanía”, afirma Romero.
Como ADC no podía entregar condones y lubricantes presencialmente, buscaron formas innovadoras de continuar prestando los servicios a la población. Se ideó redireccionar ciertos gastos para contratar mensajeros que llevaron paquetes a los participantes de talleres. “Se armaba una lista y en dos días habían 75 personas apuntadas. Esto nos reafirma que hay una población necesitada”, explica Mario.
Uno de esos grupos está conformado por hombres trabajadores sexuales, otra población muy afectada por la pandemia. “Las condiciones con que a duras penas estaban realizando el trabajo no eran seguras”, afirma Mario. Gracias al apoyo del proyecto se les llevó mascarillas, alcohol en gel y caretas. “Si bien no es algo sostenible en el tiempo, fue una manera de demostrarles que hay organizaciones y un proyecto que están pendientes de ellos”, subraya Bonilla.
Ha sido un llamado de atención a aspectos como salud mental, a buscar nuevas maneras de llegar a la gente hay que verlo como un aprendizaje
Para la Viceministra de Salud, Alejandra Acuña, una lección aprendida que deja el COVID es justamente la necesidad de tener un sistema de información que permita dejar evidencia de qué es lo que está haciendo el país. “Desde la seguridad social se hace, no tengo duda, pero no queda sistematizado, pareciera que no se está haciendo y tenemos que trabajar en eso”, admite.
Además de traer muchos aprendizajes, para Mario la pandemia implicó un despertar, un reconocer las muchas vulnerabilidades que atraviesan estas poblaciones y descubrir incluso otras. “Ha sido un llamado de atención a aspectos como salud mental, a buscar nuevas maneras de llegar a la gente hay que verlo como un aprendizaje”, afirma.
Para Danny, la pandemia demostró la importancia y la necesidad de que todas las personas, sin distinción, reciban la atención adecuada. “Es una lección de que todas las personas debemos vernos de la misma manera, sin distinción de raza, preferencia política, sexual o grupo étnico”, concluye.