Texto por: Diego Pérez Damasco, Ofical de Comunicación del proyecto ALEP y Poblaciones Clave
Casi 4,000 kilómetros las separan en línea recta. María Teresa Martínez en Managua, Nicaragua, y Violeta Ross en La Paz, Bolivia. Pero, aunque lejos geográficamente, Martínez y Ross están muy cercanas en sus ideales y convicciones. Y ambas están convencidas de que el éxito de la respuesta a la epidemia del VIH en América Latina depende de darle también un rostro de mujer.
En el marco del 1 de diciembre, Día Mundial de Respuesta al VIH/Sida, las historias de María Teresa Martínez y Violeta Ross representan a dos #MujeresSinLímites, que desde Centro y Suramérica lideran en sus respectivos países el trabajo alrededor de una epidemia de décadas, que en 2020 se vio atravesada por el complejo contexto de la pandemia del COVID-19.
María Teresa Martínez es la coordinadora nacional de la Comunidad Internacional de Mujeres con VIH (ICW) en Nicaragua. Fue diagnosticada con VIH hace 14 años, y además de activista por los derechos humanos se describe como madre, esposa, hija, hermana y amiga. Esta descripción de sí misma se refleja también en lo que más la inspira a hacer su trabajo: el cariño.
“A mí lo que me inspira es el grado de respeto y cariño que me he ganado con mis compañeras. Gracias a Dios, en los casi seis años que tengo al frente de la ICW he logrado tener un grupo consolidado de compañeras en donde cada una de ellas diariamente me demuestran su cariño, su respeto y me ven como una persona guía con quien pueden contar, con quien pueden platicar en momentos difíciles”, nos cuenta Martínez, quien admite que su debilidad es justamente encariñarse y apropiarse de los problemas ajenos para buscar justicia. Esa característica la ha llevado a tener fama de “peleonera” en su país.
Esta búsqueda de justicia también la une con Violeta Ross, presidenta de la Red Nacional de Personas que Viven con VIH y Sida en Bolivia. Para Ross, la defensa de los derechos de las personas con VIH no es un trabajo, sino una causa que lidera en su país desde el 2000, cuando fue diagnosticada. En ese entonces, el Estado boliviano no contaba con medicamentos antirretrovirales, y gracias a una demanda liderada por Ross y su red desde el 2005 estos empezaron a distribuirse gratuitamente en el país a quien los requiere.
Ross considera urgente que en América Latina se superen las ideas moralistas de estigma vinculadas al VIH, para que los liderazgos femeninos en esta lucha y las mujeres con VIH puedan recibir la atención con calidad y calidez.. “En América Latina se dio la idea de que esto solamente afectaba a las personas promiscuas, a los homosexuales y las mujeres quedaron como un grupo, digamos, inmaculado, que no iba a ser afectado por el VIH. Y lo que estamos viendo en muchos países de América Latina es que la epidemia del VIH en mujeres está aumentando porque sus parejas tienen relaciones con otros hombres y también con ellas, por cuestiones sociales, estigma, homofobia. Y las mujeres piensan que no es su problema el VIH porque ellas no se consideran parte de los grupos vulnerables. Entonces, este tipo de cosas deberían alertar a que más mujeres estén en posiciones de poder de liderazgo”.
En América Latina se dio la idea de que esto solamente afectaba a las personas promiscuas, a los homosexuales y las mujeres quedaron como un grupo, digamos, inmaculado, que no iba a ser afectado por el VIH
El liderazgo femenino en la lucha contra el VIH
En América Latina, 33% de las personas con VIH son mujeres, y en el Caribe esta cifra asciende al 52%, según datos de Onusida. Y aunque en la región latinoamericana las mujeres no son la mayoría de los casos, en países como Nicaragua y Bolivia, entre muchos otros, su liderazgo es central.
María Teresa nos cuenta que en el caso de Nicaragua, los mayores rostros públicos que han demandado el acceso a los tratamientos, que han puesto denuncias sobre la vulneración de los derechos sexuales y reproductivos, las personas que han compartido testimonio para erradicar el estigma y la discriminación, han sido las mujeres.
“Aquí en Nicaragua nosotras decimos que el rostro del VIH es de mujer porque las historias que pueden encontrar en YouTube, por ejemplo, van a ver que son de mujeres. Ya se llame Arely Cano, ya se llame María Teresa Martínez. En cambio, son pocos los espacios donde nosotras podemos participar, incidir para que nuestros derechos sexuales y reproductivos y nuestros derechos de igualdad ante los trabajos, a los salarios, a las oportunidades, sean iguales, son pocos”, agregó.
Ross coincide en cómo la lucha contra el VIH pone sobre la mesa otras desigualdades de género que viven las mujeres, lo cual justifica la necesidad de un creciente liderazgo femenino, más interseccional.
Desde la experiencia de Violeta el VIH ha demostrado a través de los años cómo una enfermedad es atravesada por la violencia de género, las desigualdades de género y con la pobreza. “Entonces, cuando el VIH le toca a una mujer, la historia es muy diferente porque, por ejemplo, se le puede sumar el que tenga hijos. Yo no digo que ellas tienen que ser las únicas en las que se invierta, pero está claro que cuando se le enseña a una mujer cómo prevenir algo, ella multiplica en sus familias. Hay hombres que también hacen eso, pero con las mujeres es más inmediato el efecto multiplicador beneficioso de esa información”.
Aquí en Nicaragua nosotras decimos que el rostro del VIH es de mujer
El VIH en el año del COVID-19
La pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto significativo en las personas con VIH, desde las restricciones de movilidad que les dificulta ir a centros de salud por atención y medicamentos, hasta la crisis económica en la región, que amenaza la sostenibilidad de los servicios y el acceso regular a los antirretrovirales.
De la misma forma, el 2020 ha forzado a las personas activistas a encontrar nuevas formas de movilizarse para hacer valer los derechos de sus comunidades. En la “vieja normalidad”, María Teresa estaba acostumbrada a tener una rutina intensa de visitas a instituciones públicas, hospitales, reuniones presenciales y encuentros en la oficina de ICW en Nicaragua. Este año, todo eso tuvo que cambiar. Violeta Ross lo ejemplifica con su rutina, la cual ahora inicia con una carga importante de teleconferencias.
Las mañanas de Violeta cambiaron radicalmente con la llegada de la pandemia, la pijama y las videoconferencias se han transformado en su rutina, nos cuenta que regularmente se despierta cansada, a pesar de haber dormido desde temprano porque el régimen de medicamentos, además de ser fuerte, no es el óptimo y le produce sueño. “Entonces me levanto en la mañana para estar en una teleconferencia con gente que está en Ginebra y Washington, etcétera. Luego voy a otra teleconferencia porque participo mucho en comités, por ejemplo, de cáncer cervical para mujeres con VIH. Así que mi vida en la mañana más o menos transcurre en eso”.
La virtualidad representa un reto enorme para los activismos, tanto por las brechas tecnológicas de sus bases, como por el creciente cansancio de la atención pública por los espacios y reuniones digitales. Para los activismos en VIH este reto es aún mayor, pues el COVID-19 cruza dos emergencias de salud pública, con respuestas diametralmente distintas por parte de los estados.
“La respuesta ahora, a la epidemia del coronavirus es muy ejemplar en comparación a lo que fue la respuesta del gobierno de Bolivia al tema de VIH. No iban a hacer nada, si es que nosotros no les llevábamos a juicio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, porque como el VIH afecta a grupos que se consideran “inmorales”, con una sexualidad licenciosa, es como que se deja que estas personas asuman lo que su comportamiento les ha llevado a tener. Mucha gente piensa así y también queremos cambiar eso. Yo creo que para que Bolivia entienda eso, puede ser que pase mucho, mucho tiempo todavía, porque hay muchos estigmas asociados al VIH”, dijo Ross, evidenciando la importancia de que el contexto actual cree un empuje en los activismos del VIH.
«La respuesta ahora, a la epidemia del coronavirus es muy ejemplar en comparación a lo que fue la respuesta del gobierno de Bolivia al tema de VIH»
Tanto para Violeta como para María Teresa, el apoyo de Hivos ha sido relevante en términos de ese financiamiento a la incidencia política, y también a la capacitación y formación técnica de los equipos de sus organizaciones. “Tal vez te pagan para que se ofrezcan las pruebas de VIH, pero para pelear por los derechos humanos, eso es muy difícil que alguien te dé donación. Hivos ha tenido la apertura de hacer eso”, dijo Ross. Actualmente tanto ICW, como la Red Latinoamericana de Personas con VIH, redes en las que están ambas activistas, forman parte de la Subvención Multipaís Alianza Liderazgo en Positivo y Poblaciones Clave, de la cual Hivos es receptor principal, y que de forma innovadora articula 6 redes de personas con VIH y 4 de poblaciones clave en 11 países de la región.
Quizás miles de kilómetros separan a Nicaragua de Bolivia. Pero hoy, más que nunca, el deseo de justicia y derechos básicos fundamentales para las personas con VIH, une a las personas activistas, y en especial a los liderazgos femeninos, para consolidar las victorias y pelear por más.
Mujeres sin límites
Así como Violeta y María Teresa, muchas mujeres latinoamericanas luchan para que las personas con VIH tengan una vida digna. Si quieres conocer a más #MujeresSinLímites te invitamos a que sigas nuestra campaña, durante el año hemos compartido historias de mujeres poderosas de toda la región de América Latina que están transformando sus entornos. Si conoces a otras mujeres que están impulsando cambios en tu país, cuéntanos sus historias usando los hashtag #EsteEsMiPoder #MujeresSinLímites.