Retratando a Leida Portal: la vida como trabajadora sexual, madre y activista

Por: Daniela Brenes Morera

 

De verbo contundente, mirada penetrante, y una sonrisa cálida como solo la tiene quien guarda una sabiduría que le ha otorgado la experiencia: Leida Portal es sin duda una mujer poderosa. Fue lo primero que pensé al verla por primera vez, a través de la pantalla, cuando nos reunimos virtualmente para conocer su historia. 

Desde la sala de su hogar, en Perú, me recibió a pesar de que iba apurada a una cita con su abogado. Abogado que luego descubrí, era un aliado clave en esta historia. Leida, representante de la red PLAPERTS en el proyecto Alianza Liderazgo en Positivo y Poblaciones Clave, es -como ella misma se define- una mujer activista, madre y trabajadora sexual de 55 años. 

Su inicio en el trabajo sexual se da a los 20, siendo a tan temprana edad ya viuda y madre de 5 hijos. 

Al quedar sin sustento económico, Leida empezó a sacar adelante a su familia a través de la venta de ceviche, cuando, de manera repentina su hija menor se enfermó gravemente. Requería la colocación de una válvula debido a una condición en su corazón, operación que costaba 35.000 soles y solo podía realizarse en la capital de Lima. 

Leida con su hija, quien se recuperó exitosamente del procedimiento cardiovascular. Hoy es profesional y madre de dos.

Los doctores le aconsejaron «dejarla descansar», debido a las condiciones socioeconómicas que atravesaba la familia en ese entonces. Inclusive, su hermano le regaló un ataúd para la bebé. Pero ella no estaba dispuesta a darse por vencida. 

Me dijeron: «Eres una mujer sin recursos, tu niña se va a morir.» Yo eso no lo iba a aceptar.

Fue así como, a través de una señora que conocía su esfuerzo diario y su actitud emprendedora, Leida ingresó al trabajo sexual consciente de las condiciones que implicaba.

Poder salvar a su hija fue, como ella lo relata, uno de los mayores regalos que la vida le pudo dar. 

Al regresar de esa primera jornada fue a comprar comida y suplementos. Le dio las buenas noches a sus hijos e hija -ya recuperada de la operación- y fue allí donde comprendió que el trabajo sexual le permitiría llevar un mejor sustento a su hogar, de manera honrada. A partir de ese momento, nunca miró atrás.

 

El activismo se dio orgánicamente

Al trabajar por un tiempo en un local de Pucará, una de sus colegas empezó a debilitarse físicamente. “Decían que era brujería, que las manchas en su piel, sus pulmones hundidos, y su salud deteriorada era brujería. Pero sus clientes también tenían esa misma brujería, y no sabíamos por qué”. La compañera de Leida murió en sus brazos, sin recibir tratamiento antirretroviral para el VIH, y sin conocer su diagnóstico.   

Casi 25 años después, una educadora de pares en la capital, se le acercó a conversar sobre una organización de personas que ejercen el trabajo sexual, les dio condones y les mostró un folleto con distintas infecciones de transmisión sexual (ITS). En ese se mostraban ilustraciones que le recordaron a su compañera tantos años atrás. «La educadora nos indicó qué era VIH, y que si no se trataba correctamente, podía ser mortal.» 

En ese momento, Leida pidió fotocopias para llevarle a todas sus compañeras en la zona periférica del país. Algunas ya tenían síntomas tempranos de VIH, por lo que fueron a realizarse pruebas y solicitar atención médica. En ese momento sin saberlo, nace una activista. 

 

2010: un antes y un después 

Por varios años, Leida continuó ejerciendo su activismo al difundir con sus colegas la nueva información que recibía a través de las promotoras de Educación Sexual Integral, quienes normalmente se ubicaban en el centro de la ciudad. 

Ella y sus compañeras pagaban diariamente una cuota al equipo policial que se presentaba en las calles, como un permiso para que les permitiera trabajar. Así mismo, afirma que de forma constante se deben hacer cargo de comprarles regalos, pagar primas de automóviles, y cualquier lujo que les soliciten, aprovechándose de su posición de poder. 

Al involucrarse cada vez más y participar en nuevos talleres, aprendió que su labor no era penada y por tanto, no debía pagar estas cuotas. Sin embargo, la primera noche que se negó a pagar, entre varios policías la asaltaron, torturaron y violentaron brutalmente. Confiesa que esa vez, después de todo lo vivido, realmente pensó que no podría contar la historia.

Estuvo retenida ilegalmente durante varias horas, sin poder comunicarse, pero sin dejar de luchar. Cuando fue liberada, luego de ver a la muerte a los ojos, regresó a casa con la decisión irrevocable de interponer una denuncia formal a esta agresión. Casi sin querer, finalmente confesó a sus hijos e hijas que se dedicaba al trabajo sexual. 

Me sentí tan libre como las palomas cuando toman vuelo

Entre abrazos, lágrimas y mucho amor, la apoyaron. El temor que mantuvo por tanto tiempo, se disipó por completo gracias a sus palabras. Le agradecieron por sus esfuerzos, por darles una buena vida y le pidieron como favor, no sentir nunca vergüenza de quien era, ni de su profesión. “Estamos contigo mamá, y te queremos viva”

Desde entonces, aún en medio de amenazas personales y familiares, mantuvo un proceso judicial en contra de estos policías que se prolongó desde 2011 hasta hace pocas semanas, donde su abogado logró que se acusara de 6 delitos distintos a los responsables, a quienes el juzgado está asignando una pena de 30 años de cárcel. Su caso se ha hecho público a nivel internacional, y en vez de ocultarse, Leida decidió dar la cara, por sí misma y por todas sus compañeras que han sido agredidas o asesinadas en crímenes de odio. 

Fotografía de archivo personal.

“Me dijeron, ahora tienes dos opciones: dejarte morir o luchar por un mundo mejor. Yo tuve una segunda oportunidad y voy a dedicarla a luchar contra la violencia que recibimos”. Recientemente, Leida fue nombrada presidenta de la organización Rosa Mujeres de Lucha, que forma parte de la Plataforma Latinoamericana de Personas que ejercen el Trabajo Sexual PLAPERTS, dando acompañamiento a personas que ejercen trabajo sexual en 11 distritos de Perú. La organización se llama así en honor a tres compañeras llamadas Rosa, que fallecieron durante la pandemia por Covid19. 

Leida asegura que el confinamiento y el virus les afectaron directamente. No podían habitar sus espacios de trabajo, se dificultaba el acompañamiento de pares, la violencia se profundizó y la extorsión policial aumentó de manera impredecible. Muchas de sus colegas, incluidas migrantes ecuatorianas, fueron asesinadas. 

Al recibir una profunda desatención por parte de los Ministerios de Salud, tanto ella como sus compañeras de PLAPERTS, iniciaron denuncias públicas a la prensa, gracias a lo cual lograron obtener alimentos y víveres para más de 160 compañeras en condiciones de vulnerabilidad. 

Recolecta de víveres para atender la crisis de Covid19, con la red PLAPERTS. Fotografía de archivo personal.

Cuando diversas instituciones les han dado la espalda, asegura que es entre activistas que se animan a generar presión y exigir sus derechos para mejores condiciones de vida. En unión, han luchado para contrarrestar discursos de odio y violencia, los cuales siguen siendo legitimados por figuras de poder. Así mismo, indica que en lo cotidiano, no solamente aborda información sobre VIH, otras ITS y derechos laborales, sino que también habla sobre el valor del amor propio. 

Leida afirma que su pilar para continuar trabajando como activista son todas las vidas en que se ve a sí misma reflejada: 

“Las compañeras que no pudieron volver a casa nos dan la fuerza, nos inspiran y por ellas es que seguimos siendo poderosas. Nos dan fuerzas nuestras familias, que hemos sacado adelante con trabajo digno. Nos motiva el deseo de que todas lleguen a casa y no solo sobrevivan: que vivan vidas felices. Nos da fuerzas el instinto feroz de enfrentarnos juntas contra las desigualdades en el mundo. Nos hace poderosas el amor.«

Escribo esta historia muy conmovida, luego de repasar durante un mes entero la labor de grandes activistas. Estas mujeres #DiversasYPoderosas que han luchado por mis derechos, y los de todas, no merecen menos que mi admiración y agradecimiento. En un momento hostil para las mujeres latinoamericanas, en que las desigualdades se agudizan y el patriarcado más que nunca nos quiere arrebatar los derechos que con esfuerzo se han conquistado, personas como Leida, Gaby, Sara, Josefina, Jeruti, Isis, Nora, Mariana -y tantas más que no tendría espacio para nombrar- me recuerdan que lo importante es abrazarnos en sororidad. Gracias a todas y todes quienes se han dedicado a luchar toda su vida, en honor a la vida. Seguiremos en pie, transformando la rabia, y lo haremos juntas.