Es importante entender la relación entre la salud humana y la salud del planeta para construir sistemas de salud resilientes al clima.
Por: Patricia Granja and Nora Sánchez
Si la pandemia de la COVID-19 ha dejado algo claro es que todo y todos estamos conectados. La deforestación en los trópicos, por ejemplo, tiene un efecto sobre la salud pública mundial. Ya que el 70% de las enfermedades infecciosas emergentes se originan en los animales salvajes, cuanto más nos acercamos a ellos, más se acercan sus enfermedades a nosotros.
Y aunque pueda parecer evidente que nuestra salud, la salud de los animales y la salud del planeta están conectadas, hemos obviado esa conexión. Pero los pueblos indígenas no.
La salud de nuestro territorio es nuestra salud
Cuando les preguntamos a promotores de salud, profesionales de la salud y líderes indígenas sobre el significado de la salud, nos dijeron que ser/estar saludable es tener un territorio libre de amenazas, contaminación e injerencia en su vida comunitaria. Las culturas tradicionales tienen una fuerte creencia de que la madre naturaleza y todas las criaturas vivientes, incluidos nosotros, estamos íntimamente conectados. Y no es hasta hace poco que el resto de nosotros también empezamos a pensar eso.
El territorio para los pueblos indígenas – es hogar, es vida! (Alicia Salazar, Alianza Ceibo)
“Una Salud” [‘One Health’ en inglés] es un enfoque que reconoce que la salud humana está estrechamente relacionada con la salud de los animales y el ambiente compartido. Si bien la idea de «Una sola salud» no es nueva, ha ganado fuerza en los últimos años; seguramente debido a los crecientes impactos del cambio climático y la degradación ambiental, que nos han obligado a ver las interacciones entre las personas, los animales, las plantas y la Pacha Mama (Madre Naturaleza) desde otra perspectiva.
La crisis climática, la deforestación, la contaminación, las prácticas agrícolas insostenibles y el desarrollo urbano representan amenazas importantes para la salud humana, la calidad del aire que respiramos, los alimentos que comemos y el agua que bebemos.
Foto: Nay Jinknss
Vivir en armonía con la naturaleza
La crisis climática y la crisis de la COVID-19 hacen evidente por qué es imperativo crear sistemas de salud resilientes que incorporen las cosmovisiones de los pueblos indígenas: no hay salud humana sin salud planetaria.
Esto significa abordar los determinantes sociales de la salud, promover el desarrollo sostenible, participar en acciones multisectoriales para crear soluciones innovadoras y colocar los derechos humanos y territoriales de los pueblos indígenas y las comunidades locales en el centro de la formulación de políticas públicas. Al hacerlo, estaremos un paso más cerca de fomentar comunidades y sistemas de salud resilientes al clima frente a las pandemias, las sindemias y la crisis climática.
Foto: Nay Jinknssç
Defender a los pueblos indígenas por el bien del planeta
Los pueblos indígenas y las comunidades locales que viven en la Amazonía desempeñan un rol clave en la protección sostenible de la selva tropical más grande del mundo.
La salud de la Amazonía afecta directamente la salud de todo el planeta. El bosque amazónico contiene el 20% del agua dulce no congelada del planeta y es un amortiguador crítico contra el cambio climático. También es el mayor depósito de biodiversidad del mundo, albergando más del 10% de todas las especies de plantas y animales de la Tierra y a más de 35 millones de personas, incluidos más de un millón de indígenas, guardianas y guardianes de culturas ancestrales y protectores de los bosques.
“La lucha es sobre el territorio” Foto: Midia India
Sin embargo, la COVID-19 continúa representando una amenaza para su supervivencia, junto con otros problemas de salud. La falta de acceso a servicios de salud con relevancia cultural y la limitada respuesta de los gobiernos a la pandemia se suman a las presiones que los pueblos indígenas y las comunidades locales y sus territorios han enfrentado históricamente. Además, los efectos de la COVID-19 han exacerbado su vulnerabilidad a los impactos de la deforestación, la tala, la minería ilegal, la extracción de petróleo y la constante violación de sus derechos humanos y territoriales.
El proyecto Ruta de Salud Indígena Amazónica (AIR) es una respuesta directa a esta compleja realidad. Desde hace más de un año trabaja en el fortalecimiento de las capacidades de las personas, especialmente de los promotores comunitarios de salud, para reducir las inequidades y abordar los determinantes sociales de la salud. El proyecto tiene como objetivo generar sistemas de salud resilientes al clima en la región amazónica de Ecuador, Perú y Brasil, a través de diálogos de saberes interculturales y trabajo profundamente colaborativo con organizaciones indígenas (CONFENIAE en Ecuador, FENAMAD en Perú y CTI en Brasil), así como con la comunidad local y los sistemas nacionales de salud pública de los tres países.
Persona Waorani vacunándose. Foto: Ministerio de Salud del Ecuador
Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo
Si bien el Dr. Tedros, Director General de la OMS, dijo esto sobre la necesidad de garantizar el acceso a la vacuna COVID-19 para todo el mundo, aplica plenamente para otras amenazas que enfrentamos como humanidad, como el calentamiento global u otras posibles crisis de salud.
Ahora es el momento de los cambios de abajo hacia arriba. “Debemos hacer todo lo posible para ayudar a la transición a un mundo más sostenible, justo, resistente y saludable”, como decía el editorial de septiembre del New England Journal of Medicine.
Durante la COP26, expondremos sobre la urgente necesidad de poner los derechos y las culturas de los pueblos indígenas en el centro del debate climático para asegurar comunidades más saludables, salvaguardar los conocimientos ancestrales y garantizar el futuro de los pulmones del planeta: la Amazonía.
Acompaña nuestro evento paralelo «Nuestro territorio, nuestra salud: los derechos y las culturas de los pueblos indígenas en el centro de los sistemas de salud en la Amazonía».
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